La vida es un canto, una oda al amor, lo demuestra la realidad y ejemplos tenemos a cada momento, tan bellos e inspiradores que mueven nuestras fibras más sensibles cuando recurrimos a ellos.
El ver florecer a un cactus en el medio del desierto me parecía algo espectacular, luchando por la vida en un suelo agreste en condiciones adversas y desfavorables, llamando desde zonas lejanas a los insectos que llegan muy pocas veces a completar su ciclo reproductivo.
La vida de los Huarangos costeños, alargando sus raíces buscando el agua en lo profundo de la tierra, sin cesar hasta encontrar la humedad que sustente su vida milenaria, para seguir dando vida con su vida, me parecía admirable.
Los muros de edificaciones pétreas y macizas de nuestro pasado que resisten el paso del tiempo enfrentándose a los movimientos telúricos y a la intemperie, retando a su cruel destino de no ser considerados como ruinas y brindando todavía más conocimiento, me resultaba fascinante.
La resistencia de los ríos para no sucumbir ante la indiferencia humana que los trata tan mal, su regeneración en nuevas formas de vida, brindando brotes en puquiales, lagunas, humedales, pantanos, ríos subterráneos, etc. Todos ellos fuentes de vida y continuidad de muchas especies. Eran para mí un acto fantástico y cautivante.
La lucha por la sobrevivencia de muchas de nuestras especies animales y vegetales, eran cuadros ejemplares e inspiradores. Las luchas por las grandes conquistas de la humanidad en datos históricos eran dignas de imitar.
Hay innumerables ejemplos en los que podemos encontrar fascinación y admiración, pero no son comparables con la lucha por la vida de los pequeñitos niños prematuros, aquellos tiernos seres que nos llenan de cosas indescriptibles y antes de todo lo dicho que pasa a relegarse cuando contemplamos estos actos que son heroicos hechos naturales. Esta resistencia que a su vez es una reafirmación por la vida, tiene un gran mensaje para nosotros. El mensaje de conocer, aprender y enseñar que la vida es hermosa y una de sus cualidades es justamente la lucha por vivir, nada más simple que eso, solamente el hecho de vivir. Esto sonaría a una contemplación melodramática, pero en el fondo es algo que debiéramos vivir para poder apreciarlo en toda su magnitud.
Muchas veces vemos y oímos en las noticias de casos de niños abandonados, ultrajados, asesinados, etc. Niños que han perdido toda esperanza de vivir en un hogar, con la protección y cuidados necesarios para su formación; sumergidos en explotación, miseria, delincuencia, etc. Con la única razón de vivir, que no se asemeja a la de los niños que viven dentro de un hogar y una familia. En todas estas ocasiones los padres de estos pequeños seres, son los responsables de una vida miserable para ellos, creyéndose en la autoridad para decidir su futuro, pensando solo en ellos en la actitud más egoísta y deplorable que pueda existir. El desprecio por la vida en estos casos parece que se ha robustecido en estos organismos enfermos que propagan su enfermedad en el mundo, transmitiendo la poca valoración y aprecio por la vida.
Pero a pesar de ello hay ejemplos nobles de padres que bregan por construir su felicidad al lado de estos pequeñitos, dándoles lo que se merecen. Ejemplos que se compenetran y fusionan con los deseos de vivir de sus hijos. Una amalgama perfecta de vida que construye un canto al amor y envueltos en ese canto de amor; padres e hijos gestando una gema de incalculable valor.
El 22 de mayo del 2011 nacieron mis dos lindos sobrinos gemelitos, dos muestras de que la vida es maravillosa por la lucha que nos han demostrado con su llegada prematura. Ellos nacieron con seis meses y medio y fueron recibidos con cuidados especiales por los médicos del Hospital José Sabogal del Callao, pero con gran amor y muchas expectativas de parte de todos nosotros. Por respeto a mi hermano Martín y mi cuñada Clarisa, que me lo pidieron, no he podido escribir nada hasta ahora de mis lindos sobrinos gemelitos. Gonzalo fue dado de alta el sábado 23 de julio, antes que su hermanito, pero ahora ya tenemos a Máximo en su casa desde el lunes 1 de agosto. Los dos lindos gemelitos como así los llaman sus padres están físicamente con nosotros, ya que desde el 22 de mayo fecha de su nacimiento están en nuestros corazones.
Ahora que ya están en su casa junto a sus padres, me doy esta licencia para darles la bienvenida a esta familia bonita que estamos construyendo, ahora ustedes se suman al largo camino que nos espera para vivir juntos. Son bellos y valientes gemelos, pequeñitos que nos traen el mensaje de fortaleza y esperanza en nuestras vidas.
Gonzalo que nació segundo es el más grande y trigueño, mientras que Máximo es más pequeño y blanco. Pero los dos son hermosos y tienen esa sangre guerrera y cálida en sus venas. Estos pequeños Willkas llegan como el deseo de nuestros Huamanis y Achachilas; tienen los rayos del sol del desierto y el albo reflejo de la luna en sus rostros, por eso son seres que se atreven a anteponerse a su tiempo, llegan anticipadamente y buscan decirnos que sigamos en medio del calor y del agobio; del cansancio extenuante de los días más áridos y sigamos caminando en las noches abrigados por la vista de la luna que guía nuestro sendero. Siempre habrá de ser así, quizás eso nos dicen mis pequeños lindos sobrinos gemelitos. A caminar padres, a caminar tíos, a caminar primos, familia entera, la vida es lucha, la vida es entrega, es compromiso, es sacrificio, no esperemos que la vida nos lo regale todo, no esperemos que sea fácil nuestro camino, no desmayen, no tambaleen, a caminar, a caminar…
Y así lo entendemos Máximo y Gonzalo, magníficos ejemplos de resistencia, de lucha y de victoria. Estos últimos días he sentido que los ejemplos anteriores espectaculares, admirables, fascinantes, fantásticos, cautivantes y dignos de imitar; se someten a su ejemplo. Y que nada es comparable con la forma natural con la que demuestran ser auténticos y dignos representantes de una casta de indómitos guerreros.
Gracias a ustedes par de corazones bravíos, imponentes blasones de valentía; cuatro ventanitas celestiales como señalando los cuatro principios cosmogónicos de nuestra sabiduría ancestral; cuatro alas que señalan los cuatro vientos que nos habrán de guiar en nuestros cursos; cuatro pies que edifican los senderos por los que habremos de transitar, cruzando montañas, quebradas, desiertos, selvas densas y nos harán conocer nuevos espacios. Gracias a ustedes par de bastiones indoblegables de nuestra fortaleza.
¡BIENVENIDOS MÁXIMO Y GONZALO!
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